El huerto de Eragny óleo sobre lienzo 54.6 x 65,4 cm+ Colección Carmen Thyssen Bornemiisza |
Pissarro escribió a su hijo Lucien el 7 de agosto de 1896, diciéndole que había terminado cuatro cuadros de un prado, posesión de la familia, en el cercano pueblo de Éragny. Durante toda su carrera aceptó de buen grado el desafío de pintar paisajes en los que predominaban los verdes. De hecho, hasta sus primeras obras fueron calificadas de «verdes» por un pintor de la categoría de Camille Corot, que sostenía que, mientras él mismo, el artista de más edad, prefería ver la naturaleza en tonos grises y dorados, Pissarro los veía en verdes.
Esta tendencia se vio reforzada a finales de la década de 1880, cuando Pissarro trabajó intensamente como impresionista «científico» junto con George Seurat y Paul Signac y su propio hijo, Lucien, con el fin de plasmar el efecto de los intensos rayos del sol sobre el verde de la hierba. Pissarro da importancia al espacio y al carácter de la pradera de Éragny iluminada por el sol al situarse de tal modo que los distintos troncos curvados de los árboles frutales dibujan juegos visuales rítmicos con las sombras que los árboles proyectan sobre el campo. Pissarro anima esta «partida de ajedrez» de posiciones colocando estratégicamente a dos campesinas, una mujer con una cesta en medio del campo y otra, algo más atrás, que lleva una especie de hatillo de ropa al hombro. Percibimos el calor de este día en Normandía pues se diría que las hojas de los árboles cercanos y lejanos, pintadas individualmente, tiemblan bajo una leve brisa
Varios. años antes Pissarro se había cansado de las superficies meticulosamente «punteadas» del impresionismo científico; su factura se hizo más suelta y, al mismo tiempo, adoptó las lecciones cromáticas del contraste simultáneo y la intensidad cromática que practicó con mayor agudeza teórica a finales de la década de 1880.
Resulta interesante observar que este grupito de cuadros de tema decididamente rural, ejecutados justo después de la siega, a finales de julio o principios de agosto, supone un paréntesis en la producción de Pissarro de aquel año entre dos grupos de obras de tema claramente urbano, pintadas en Rouen, la capital de Normandía. Esta serie, creada en la primavera y principios de verano de 1896, y en el otoño de ese mismo año, incluye al menos veintiocho cuadros en los que se estudian los efectos de la luz del día y de las distintas épocas del año sobre el agua del Sena y las orillas del río en la ciudad. En muchos de ellos predominan las distintas tonalidades de «grises» por lo que tiene que haber supuesto una liberación para Pissarro lanzarse a los verdes y amarillos brillantes de su paleta para crear estos rotundos paisajes estivales que representan un contrapunto tanto cromático como iconográfico de la serie de vistas urbanas. De hecho, durante la década anterior Pissarro había pintado más de treinta lienzos de este mismo campo en las cuatro estaciones del año y en distintos formatos, tanto verticales como horizontales, creando una serie íntimamente trabada de lo que podríamos definir como paisajes personales
Esta tendencia se vio reforzada a finales de la década de 1880, cuando Pissarro trabajó intensamente como impresionista «científico» junto con George Seurat y Paul Signac y su propio hijo, Lucien, con el fin de plasmar el efecto de los intensos rayos del sol sobre el verde de la hierba. Pissarro da importancia al espacio y al carácter de la pradera de Éragny iluminada por el sol al situarse de tal modo que los distintos troncos curvados de los árboles frutales dibujan juegos visuales rítmicos con las sombras que los árboles proyectan sobre el campo. Pissarro anima esta «partida de ajedrez» de posiciones colocando estratégicamente a dos campesinas, una mujer con una cesta en medio del campo y otra, algo más atrás, que lleva una especie de hatillo de ropa al hombro. Percibimos el calor de este día en Normandía pues se diría que las hojas de los árboles cercanos y lejanos, pintadas individualmente, tiemblan bajo una leve brisa
Varios. años antes Pissarro se había cansado de las superficies meticulosamente «punteadas» del impresionismo científico; su factura se hizo más suelta y, al mismo tiempo, adoptó las lecciones cromáticas del contraste simultáneo y la intensidad cromática que practicó con mayor agudeza teórica a finales de la década de 1880.
Resulta interesante observar que este grupito de cuadros de tema decididamente rural, ejecutados justo después de la siega, a finales de julio o principios de agosto, supone un paréntesis en la producción de Pissarro de aquel año entre dos grupos de obras de tema claramente urbano, pintadas en Rouen, la capital de Normandía. Esta serie, creada en la primavera y principios de verano de 1896, y en el otoño de ese mismo año, incluye al menos veintiocho cuadros en los que se estudian los efectos de la luz del día y de las distintas épocas del año sobre el agua del Sena y las orillas del río en la ciudad. En muchos de ellos predominan las distintas tonalidades de «grises» por lo que tiene que haber supuesto una liberación para Pissarro lanzarse a los verdes y amarillos brillantes de su paleta para crear estos rotundos paisajes estivales que representan un contrapunto tanto cromático como iconográfico de la serie de vistas urbanas. De hecho, durante la década anterior Pissarro había pintado más de treinta lienzos de este mismo campo en las cuatro estaciones del año y en distintos formatos, tanto verticales como horizontales, creando una serie íntimamente trabada de lo que podríamos definir como paisajes personales
Mercedes Tamara
29-12-2012
Bobliografía : Colección Carmen Thyssen- Bornemizsa
El Impresionismo, Edic Taschen