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domingo, 4 de diciembre de 2011

EN LA TERRAZA DE PIERRE AUGUSTE RENOIR

                                             EN LA TERRAZA 1881
En la terraza
óleo sobre lienzo 100 x 88 cm
Instituto de Arte de Chicago






Este cuadro ejemplifica la opción estética de Renoir, que prefirió siempre pintar aquello que consideraba bello, eludiendo temas feos o dramáticos. Dentro de las estaciones del año, prefería representar la primavera o el verano, y nunca el invierno.

En esta obra aparece una joven, vestida de azul oscuro con un sombrero rojo en la cabeza. Las flores adornan su sombrero (amapolas) y su pecho. Junto a ella se encuentra su hija, vestida de blanco y un sombrero también cuajado de flores. Detrás, una barandilla de hierro forjado, más allá de la cual se ve una rica naturaleza de colores intensos: matorrales y árboles en flor, un río de color azul claro.

Este vivo cromatismo domina todo el cuadro: en la vestimenta de las personas, en el cesto de lana y en las flores de la maceta verde.

La composición reúne los elementos que cimentaron el éxito de Renoir ; tema agrdable, figuras de belleza acorde con el momento , paisaje apacible y sentimiento de libertad atmosférica . El cuadro retrata a una joven madre sentada en una silla de lona ; a su lado , en pie, se halla la niña con sus manos en el borde de un cesto que contiene flores de diversos colores .


La ndumentaria de ambos personajes ha sido descrita con la técnica de pincelada diluida y ligera caracterítica de su autor , la cual-como se aprecia en el pormenor reproducido -permite transparencias de la tonalidad blanca uniforme que constituye la preparación de la tela.

En detalles de particular efecto expresivo , como el sombrero de la niña , decorado con flores, Renoir empastó el color con insistencia , con objeto de conseguir un relieve que contrasta con las zonas epidérmicas , tratadas en tonos casi uniformes , de calidad satinada . El rosto de la niña cobra gracias a ello , una artificiosa simplicidad : la ausencia de sombras proporciona a sus rasgos , insinuados por la fluctuación tonal, la dulzura que conviene a su condición infantil . Por su parte, los grandes azules son como un espejo en el que se refleja la transparencia del lugar.

Mercedes Tamara 
4 diciembre 2011

Bibl: Christa von Lengerke, «Del Impresionismo al Art Nouveau» en Los maestros de la pintura occidental