martes, 30 de septiembre de 2014

LA CONCHA NOCTURA DARIO DE REGOYOS Y VALDÉS

LA CONCHA NOCTURA  1906
La Concha nocturna
óleo sobre lienzo 54 x 65 cm
Colección Carmen Thyssen, Museo Thyssen, Málaga




Darío de Regoyos, desde sus primeros pasos como pintor, sintió una enorme atracción por los nocturnos, ya sean de interior o de paisaje. Esta preferencia provocó un gran número de óleos con estas características a lo largo de su carrera artística. En este nocturno de la Concha de San Sebastián, que corresponde a su período impresionista maduro y que fue realizado durante su residencia en esa ciudad, en la calle Trueba n.o 8 entre 1905 y 1906, Regoyos recogió magistralmente el ambiente clásico de un anochecer en el que las personas dialogan al lado de un mar en calma, delante de las siluetas del monte Igueldo y de la isla Santa Clara, y donde sólo un barco al fondo altera su tranquilidad.


La composición de luces y sombras queda completada con la inclusión de las ramas en el lado superior izquierdo, frecuente en las obras de Regoyos, consiguiendo una luminosidad perfecta en el primer plano por la combinación del verde de las ramas con los colores azul, malva y ocre del resto de la obra. El centrado del cuadro, habitual en este pintor, lo llevó a cabo mediante líneas horizontales y oblicuas con las que distribuyó de forma muy equilibrada el espacio pictórico (paisaje), en el que, como casi siempre sucedía con este artista, están presentes la figuras humanas (equidistribuidas), caracterizadas por el sosiego y la intimidad que este impresionista logró incorporar fielmente en ellas.



Mercedes Tamara
30-09-2014

Bibliografía :Juan San Nicolás, Museo Carmen Thyssen, Málaga

lunes, 29 de septiembre de 2014

VALENCIANOS JULIO VILA Y PRADES

VALENCIANOS 1908

Valencianos
óleo sobre lienzo 164 x 189 cm
Colección Carmen Thyssen, Museo Thyssen, Málaga




El pintor valenciano Julio Vila y Prades (1873- 1930) se formó artísticamente en la Academia de San Carlos en Valencia. En su ciudad natal sería discípulo de Joaquín Agrasot, Juan Peyró y Francisco Domingo Marqués, continuando posteriormente en 1893 su formación en Madrid, en el taller de Joaquín Sorolla. Viajero incansable, residió en numerosas ciudades de España, Europa y América, convirtiéndose en un pintor muy reconocido en la época, siendo condecorado en numerosas ocasiones. Vila y Prades fue un gran muralista, paisajista y excelente retratista. Potenció además la pintura costumbrista y regionalista, de interés por las gentes y temática de tipo popular.


Tras un largo período fuera de España, en 1907 el pintor vuelve a Madrid y a su Valencia natal por la enfermedad de su madre, marchando tras la muerte de ésta a Buenos Aires1. Es muy posible que en 1908, durante una breve estancia en Madrid, ejecutase Valencianos, copia de la obra Retratos de Elena y María con trajes valencianos antiguos (1908) de su maestro Joaquín Sorolla, quien anteriormente había realizado varias obras de esta temática y con similar composición, como Valencianos a caballo (1906). Vila y Prades sentía especial atracción por esta pintura de tipo regionalista, y muy posiblemente decidió ejecutar una copia de la obra de gran formato con las hijas de su maestro.


Valencianos de Vila y Prades es de menor formato que la de Sorolla, ya que realizó una copia parcial de la misma, centrándose en los dos personajes y parte superior del caballo. Representa a las dos hijas de su maestro a caballo vistiendo el típico traje regional valenciano del siglo XIX. En primer término, una de las muchachas sujeta las riendas del caballo y viste indumentaria masculina con la característica rodina o sombrero negro de forma redondeada sujeto por una cinta en la barbilla, jupa o chaqueta de mangas sobre la camisa, pantalón hasta la rodilla y calzas blancas. La otra muchacha, en segundo término, viste la característica indumentaria femenina. Destaca especialmente el peinado o monyo tradicional valenciano adornado con la peineta (peineta) y llamativos pendientes, vistiendo camisa blanca y falda o guardapiés de colores. El caballo de color blanco está adornado en la cabeza y en la grupa con borlas y telas de vivos colores.

Las figuras se ubican en un fondo de paisaje típicamente mediterráneo, formado por varios árboles frutales que constituyen una frondosa vegetación, y en último término se divisa lo que parece ser una casa de campo. El gusto por el detalle se advierte en la cuidada representación del naranjo que se sitúa justo detrás de las dos muchachas a caballo.

La técnica pictórica de Vila y Prades es idéntica a la de su maestro Sorolla, ya que apenas efectúa variación alguna respecto a la obra original. La luz tiene una importancia fundamental en esta pintura, ya que inunda toda la escena, y los rayos de sol que pasan a través de los árboles hacen brillar aún más los vivos colores de las vestimentas de las figuras. Utiliza una paleta de colores brillantes: naranjas, rojos, amarillos y azules, que resaltan sobre el fondo verde oscuro de la vegetación.

Julio Vila y Prades fue un artista que desarrolló todos los registros pictóricos. No es la primera vez que efectúa este arquetipo de obras de temática regionalista. Con anterioridad ya había ejecutado diversos carteles sobre las ferias de Valencia. Asimismo, durante su estancia en Valencia realizó diversas obras de corte regionalista, como Los arroceros (1907), que sería premiada con la segunda medalla en la Exposición Nacional, o Caravana gitana (1907). Sin lugar a dudas, Vila y Prades desarrolló un estilo propio, pero la temática, el luminismo y el cromatismo de su maestro Sorolla estarían presentes en toda la producción artística del pintor, y más todavía, tal como recoge un testimonio de la época, Vila y Prades «fue un discípulo de Sorolla que dejó satisfecho a su maestro».

Mercedes Tamara
29-09-2014


Bibliografia María Luisa García Serrano , Museo Tyssen , Málaga

domingo, 28 de septiembre de 2014

PAISAJE DE HERNANI DARÍO DE REGOYOS Y VALDÉS

PAISAJE DE HERNANI 1900


Paisaje de Hernani
óleo sobre lienzo 50 X 61 CM
Colección Carmen Thyssen, Museo Thyssen, Málaga

Paisaje de Hernani representa una vista panorámica parcial de Hernani. A la derecha de ella, sin pintar, quedaría la parte monumental de la ciudad. En primer plano, a la izquierda, se puede ver el puente viejo y detrás el monte Adarra, sobre el cual quedan todavía restos de nieve, que indican que la obra fue llevada a cabo en la estación invernal.

Se muestra aquí el Regoyos definitivo, que recopila todo su saber hacer en una vista invernal, donde la luz del sol del atardecer está perfectamente recogida en los edificios y en las sombras arrojadas y propias que caracterizan tantas obras de este artista. También, como es tradicional en él, la figura humana forma parte inseparable del paisaje, pero en esta ocasión, además de como sucede en las escenas de la serie de La España negra, sólo son mujeres las que aparecen en el cuadro, generalmente trabajando. Regoyos siempre representaba en sus obras a la mujer vasca como una mujer trabajadora y frecuentemente solitaria.

En la composición de esta pintura, ejecutada desde una cierta altura sobre el nivel del suelo, las líneas horizontales son las que sirven para distribuir el espacio pictórico; también las líneas diagonales ayudan en la composición. La profundidad del paisaje la logra Regoyos graduando los tonos malvas, marrones y verdes, logrando una impresión perfecta de la luz y del paisaje, completada con un cielo cargado de pequeños cúmulos que filtran la luz solar sobre los montes, consiguiendo así una impresión perfecta del momento que representa.

Se desconoce si esta obra fue expuesta en vida del artista, lo cual, además, no parece probable, ya que no figura en el bastidor el título de la obra, tal como era habitual cuando se exhibían sus pinturas fuera de España. Tampoco hay etiquetas con numeraciones o datos que lo atestigüen, por lo que es posible que nada más ser pintada pasara a manos de algún amigo de Regoyos, y más tarde al Salón Delclaux, donde fue adquirida el 28 de enero de 1920 por su anterior propietario, según consta en la factura de compra.


Mercedes Tamara
28-09-2014

Bibliografía : Juan San Nicolás : Museo Carmen Thyssen, Málaga

sábado, 27 de septiembre de 2014

MUJERES EN EL JARDÍN CECILIO PLA I LLORENS

MUJERES EN EL JARDÍN, 1910
Mujeres en el jardín
óleo sobre lienzo 42,1 x 66, 4 cm
Colección Carmen Thyssen, Museo Thyssen, Málaga



Hacia 1900 Cecilio Pla se orienta hacia una pintura luminista y amable, que tiene entre los artistas valencianos a sus principales impulsores o divulgadores, sobre todo a raíz de la irrupción de Sorolla y su reconocimiento internacional. El luminismo terminará por identificarse como una de las características más definitorias de la nueva pintura valenciana, y como una de sus vías hacia el regionalismo artístico. Fortuny, Rosales, los impresionistas e incluso los artistas del norte de Europa o los italianos, tuvieron un peso notable en este grupo de pintores intensamente obsesionados por la luz, y cuyo vitalismo y sensualidad se suele contraponer a la visión más sombría y gris de otros artistas españoles. Sin embargo, el concepto de pintura, el sentido del color y de la luz de Cecilio Pla, sería erróneo verlos exclusivamente como manifestación de la escuela valenciana, ya que Pla se trasladó muy joven a Madrid y en todo caso esa conexión o magisterio valenciano lo mantiene a través de su maestro y amigo Emilio Sala, pintor en realidad de orientación bastante cosmopolita, al que no supera como retratista; se trata por tanto de una actitud compartida que encontró entre los pintores mediterráneos a sus máximos defensores. En obras de asunto social como Las doce, de 1891 (Museo del Prado), Pla introduce una intensa luz de mediodía que deslumbra desde el fondo de la composición, si bien la escena principal transcurre en el plano de sombra. Por esos años finales del XIX los paisajes que realizaba eran principalmente del norte de España, sobre todo de Asturias, donde visitó en frecuentes ocasiones a su amigo Casto Plasencia. No obstante estos antecedentes, los efectos y presencia de la luz solar cobran mayor protagonismo en sus obras a partir de 1900 y en concreto de 1910 que es cuando parece que se acentúa el luminismo en sus paisajes, sobre todo en las dinámicas y vibrantes escenas de las playas valencianas en las que pronto se percibe el impacto que tuvo en él la obra de Sorolla, sin romper por ello el hilo de su evolución personal.


El cuadro Mujeres en el jardín pertenece a ese momento de plenitud luminista que se refuerza a partir de 1910 y que llega incluso a sus retratos, muchos de los cuales se ambientan ya al aire libre. Aunque en sus apuntes abundan las escenas bulliciosas y agitadas, en general es la suya una visión sincera y serena. El mundo de Pla es apacible y equilibrado, sin grandes contrastes ni provocaciones, a veces en las ilustraciones se permite travesuras en la iconografía de la mujer y en las playas se siente atraído por el alboroto de la chiquillería, pero sus ambientes suelen ser familiares, de una armonía doméstica no alterada, un mundo feliz sin problemas, un placer de vivir que se identifica con lo sencillo y cotidiano. El pintor en sus apuntes parece acentuar todas estas características al hacer de las personas siluetas de color y movimiento, figuras sin expresión que nos sugieren ambientes, modos de estar, usos y costumbres, antes una psicología colectiva que individual.



Al pie de la escalinata de un jardín un grupo de mujeres sentadas en sus sillas y butacones se concentran en sus labores de costura como bien lo indican sus cabezas inclinadas y brazos. Las cuatro figuras cobijadas bajo la fresca sombra de una tupida vegetación en una mañana soleada, son observadas por el pintor, cuya presencia no interfiere en el mundo aparte que compone el grupo, incluso son como un elemento más del paisaje con el que se compenetran formando una unidad. El paisaje del jardín, ya de por sí representación de una naturaleza controlada y ordenada por la mano del hombre, alcanza aquí un tono sensiblemente doméstico o costumbrista con la presencia de estas figuras femeninas. Cecilio Pla sintió una especial predilección por reflejar íntimas escena familiares, grupos de tertulia en la playa o en el jardín a través de los cuales atrapa ese momento del ritmo vital, el día a día, la poesía del momento que se puede reflejar en la relajación de una siesta, en el goce del momento del baño, o en esas otras maneras de matar el tiempo veraniego en que las mujeres cosen más como un entretenimiento que refleja un espíritu hacendoso. Tanto Sorolla como Pla, al igual que otros muchos pintores de la época, nos dicen que todavía la mujer de principios del XX cuando descansa en la playa o el jardín realiza mecánicamente alguna de las tareas propias de su sexo como hacer ganchillo o coser: una actividad ligera que no requiere especial concentración, pero que relaja la mente al alejar el pensamiento de otras reflexiones o preocupaciones, contiene las angustias o desasosiegos y mata el tedio; raramente aparecen las mujeres leyendo un libro. El aprendizaje de una joven de clase media o burguesa de 1900 se reducía a la costura, el piano y en algunas ocasiones tomaban los pinceles; la hija de Pla, Pepita, pintaba. En la distribución de las figuras hay una ordenación jerárquica: las tres de la derecha están sentadas en silla o sillones de mimbre, repantingándose un tanto la primera, la figura de la izquierda está aislada del resto y sentada en una hamaca, el trozo de pierna que se aprecia deja ver unas medias negras; parece pues la más respetable del grupo, probablemente, la madre, pues no dudamos que se trata de la familia del artista. Tanto las modelos como el pintor disfrutan del encanto y la belleza del lugar, ellas sintiéndolo desde el ambiente y atmósfera que se crea y el artista desde la contemplación.


El grupo está ligeramente descentrado pero la masa oscura de la vegetación marca la preponderancia de este eje, aunque por la derecha hay un camino, y a la izquierda las escaleras adornadas con abundantes macetas, una de ellas sobre un pilar marca una línea vertical en correspondencia con el tronco del árbol de la derecha, enmarcando ambas verticales a las mujeres, con lo que se consigue un doble efecto de ámbito recoleto y abierto. Por otro lado destaca la masa compacta de la vegetación y figuras con el espacio vacío de las escalinatas. El cuadro participa de casi todas las características de los apuntes de Pla pero la visión es más quieta y la composición más elaborada. El pintor ha podido recrear los detalles y las sugerencias por tratarse de una escena menos dinámica, que no le obliga a emplear las pinceladas densas o deshechas que dominan en las tablas de bañistas; si utiliza ahora la técnica del apunte, es con un tiempo lento. En general predominan dos tipos de pincelada, una más pequeña y densa con la que define todo el centro, el follaje y las figuras, y otra más larga e informal para sugerir y cerrar con leves trazos todo el fondo de la izquierda dentro de la síntesis que se impone en este tipo de obras. El lienzo se sitúa en un punto intermedio entre el apunte, que tanto prodigó el artista y comercializó, y una composición más elaborada como bien puede deducirse del formato, soporte y escena. La pintura se traslada directamente el lienzo sin ningún dibujo previo, el artista maneja el óleo con su especial habilidad para sugerir y dar vida a las más diversas escenas al aire libre. Pla, que era un consumado dibujante, y que desplegó una extraordinaria faceta de ilustrador, a la hora de abordar los paisajes y las pequeñas escenas al aire libre desarrolla otra vertiente de una pintura más libre, fluida y ligera que es la manifestación última de todo su saber plástico, manejando los toques de color con la misma precisión con que arrastra el trazo del lápiz.


El cuadro, como indica la firma, está realizado en Buñol, localidad próxima a Valencia, donde también se desplazaban los valencianos en verano, por tratarse de un lugar más alto y fresco en las noches. Está además dedicado al que fuera uno de sus discípulos más estimados, el granadino Gabriel Morcillo, con quien mantuvo una cordial amistad. Entre los discípulos de Pla destacaron los andaluces y en especial los granadinos, siendo quizás López Mezquita y Gabriel Morcillo dos nombres de los que el artista se sentía orgulloso.



Mercedes Tamara
27-09-2014

Bibliografía : Francisco Javier Pérez Rojas, Museo Carmen Thyssen, Málaga

jueves, 25 de septiembre de 2014

ROSALEDA GONZALO BILBAO MARTÍNEZ

ROSALEDA S/FECHA
Rosaleda
óleo sobre lienzo 65 x 86 cm
Colección Carmen Thyssen , Museo Thyssen, Málaga

El paisaje sería uno de los géneros más importantes dentro de la producción pictórica de Gonzalo Bilbao (1860-1938). En especial, el tema del paisaje natural se había convertido en el género de moda en la pintura española de finales de siglo, fundamentalmente por la influencia del impresionismo francés. Asimismo, el paisaje era uno de los temas preferidos del pintor. Cultivaría todas las tipologías de paisaje: urbano, rústico, marinas, y no sólo de Andalucía sino de otros lugares españoles y extranjeros, lo que le convertiría en uno de los paisajistas más importantes de su tiempo.


Dentro de la tipología de paisaje urbano, el paisaje de jardines sería una de las especialidades del pintor dentro del género. Estas obras pintadas al aire libre forman parte de la serie de pinturas muy diversas dedicadas a los jardines. Por lo general estos cuadros no están fechados, pero se realizaron aproximadamente en torno a 1900. En particular los jardines andaluces, y en concreto los patios con fuentes, estanques y plantas, serían los protagonistas de sus pinturas. Realizaría varias series de los Jardines del Alcázar de Sevilla y del Claustro mayor del convento de la Merced de Sevilla (actual Museo de Bellas Artes), y de pequeños patios de la misma ciudad.


El cuadro Rosaleda de la Colección Carmen Thyssen- Bornemisza escapa al arquetipo de jardín andaluz que venía representando el artista. A diferencia de otras obras, no muestra un jardín completo, sino un fragmento del mismo. Las rosas florecidas son las protagonistas de la obra. En primer término, ocupando la mayor parte del cuadro pictórico y encuadrado en la parte derecha, se sitúa un gran rosal colmado de flores rosas y blancas. A la izquierda de la composición se sitúa un pequeño sendero que conduce al resto del jardín, repleto de rosales y árboles. En la parte superior izquierda del cuadro se esboza un pequeño fragmento de cielo de color azul claro. El manejo del color es absolutamente magistral, dominando los tonos rosados, malvas y blancos de las rosas en plena floración. Los contornos están ligeramente esbozados, fundiéndose en el conjunto de la vegetación. La técnica de Gonzalo Bilbao en esta obra es muy similar al estilo del más puro impresionismo y presenta ciertas similitudes con la obra de la misma temática realizada por Claude Monet, o a las obras luministas de Joaquín Sorolla.


Mercedes Tamara
25-09-2014

Bibliografía : María Luisa García Serrano, Colección Carmen Thyssen , Museo Thyssen, Málaga

lunes, 22 de septiembre de 2014

EL DESCANSO DE LOS CAMPESINOS GONZALO BILBAO MARTINEZ

EL DESCANSO DE LOS CAMPESINOS 


El descanso de los campesinos
óleo sobre lienzo 65 x 97 cm
Colección Carmen Thyssen Museo Thyssen, Málaga


Gonzalo Bilbao Martínez fue un destacado y reconocido pintor español de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Poseía una sólida formación pictórica que además fue enriqueciendo a lo largo sus viajes por España, Francia, Italia, Norte de África y Sudamérica. Asimismo, se convertiría en uno de los máximos exponentes del luminismo de la escuela sevillana.

Cultivó todos los géneros pictóricos, especialmente el costumbrismo andaluz, el paisaje, el retrato y también la temática religiosa, aunque en menor medida. Dentro de sus pinturas de tipología costumbrista debemos destacar las escenas del campo andaluz, ambientadas en el mundo rural, representando de un modo sencillo y natural la vida de los campesinos andaluces. Estas obras de tipo regionalista fueron realizadas a partir de 1885 y podríamos señalar que existe una doble temática: la realidad social del trabajo del campo y la del paisaje.

La vuelta al hato (1885) será la primera obra de esta serie, presentada en la exposición artística provincial de Cádiz ese mismo año. Posteriormente ejecutaría otras dos destacadas obras del mismo asunto, de las que realizaría varias versiones: La siega en Andalucía (1894), que sería elogiada por el jurado en la exposición de París de 1894, y La recolección (1896).Dado el éxito de este tipo de pinturas de temática agraria, el pintor seguiría efectuando estas obras hasta la década de 1920, a las que se sumarían otro tipo, relacionado con el mundo del trabajo, pero en este caso de las fábricas de la ciudad de Sevilla.

A la serie de las escenas del campo andaluz pertenece la obra El descanso de los campesinos (c. 1885- 1920) de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. En la obra se muestra a un grupo de segadores en su descanso después del trabajo. En primer término los campesinos comen y descansan a la sombra de un árbol, y en un segundo término otros reposan a pleno sol entre el heno. Las figuras carecen de contorno definido, únicamente están abocetadas y van perdiendo nitidez según se alejan en la inmensidad de la pradera. Destacan especialmente los sombreros amarillos de los campesinos que se encuentran en primer plano, siendo ésta la única nota de luz en la zona de sombra del árbol.



Desde el punto de vista técnico, cabe destacar que el pintor capta magistralmente la luz y la atmosfera del lugar, jugando con los contrastes lumínicos, rasgo característico del impresionismo francés. Asimismo, en la composición hay una clara diferencia entre las zonas de luz y sombra. La zona del primer plano, en sombra, de colores verdes y terrosos, se contrapone a la zona del fondo, iluminada por el sol y realizada en vivos tonos amarillos, donde la nota de color más oscuro son las figuras de los campesinos. El pintor únicamente utiliza una paleta de tonos ocres, amarillos y verdes para la representación del campo y otros más oscuros para los personajes.

Indudablemente este tipo de temáticas del mundo campesino nos remonta al panorama artístico francés de finales del siglo XIX, bien conocido por el pintor, y a las series ejecutadas por otros artistas, como Millet o Vicent van Gogh. Asimismo, es inevitable pensar en la obra de Van Gogh al observar El descanso de los campesinos de Gonzalo Bilbao, especialmente por las similitudes estilísticas y cromáticas.



Mercedes Tamara
22-09-2014

Bibliografía ;María Luisa García Serrano, Colección Carmen Thyssen Museo Thyssen, Málaga

viernes, 19 de septiembre de 2014

PATÍO DE LA CASA DE SOROLLA JOAQUIN SOROLLA

PATÍO DE LA CASA DE SOROLLA 1917
Patío de la casa de Sorollaóleo sobre lienzo 95,9 x 64, 8 cm
Colección Thyssen Bornemizsa ,  Museo Thyssen Málaga

En 1909 Sorolla invirtió la mayor parte del dinero ganado en su exposición de Nueva York en la construcción de una casa diseñada por él mismo. Aconsejado por su amigo, el pintor Aureliano de Beruete, compró una parcela en la parte más alta de Madrid –entre el barrio de Chamberí y el paseo de la Castellana o paseo del Obelisco, como se llamaba entonces
–.
Se construyó la casa de acuerdo con los planos del arquitecto Enrique María Repullés. El mismo Sorolla diseñó el jardín circundante, siguiendo las costumbres valenciana y sevillana. Lo decoró con fuentes, estatuas, dispuestas de manera armónica, y una preciosa colección de azulejos valencianos con dibujo azul sobre fondo blanco. La casa se terminó en 1911.

Patio de la Casa Sorolla forma parte de una serie de estudios que Sorolla pintó sobre el jardín y los patios de su casa de Madrid. Aunque en general no tienen fecha ni están firmados, sabemos que fueron realizados entre 1914 y 1920, en diferentes horas del día y en distintas estaciones, aunque el jardín sería captado la mayoría de los casos en primavera, cuando la floración luce con mayor esplendor. Bernardino de Pantorba catalogó las veintiocho vistas propiedad del Museo Sorolla de Madrid2. El resto de la serie pertenece a colecciones particulares.

En 1917 Sorolla estuvo dedicado a la producción de su gran serie sobre Las regiones de España encargada por Archer Milton Huntington para la biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York. Sin embargo, entre febrero y octubre de ese año, Sorolla interrumpió sus viajes por España para regresar a Madrid, en parte debido al nacimiento de su primer nieto. También aprovechó para pasar el verano en San Sebastián. Patio de la Casa Sorolla se pintó indudablemente aquella primavera, durante la estancia de Sorolla en Madrid.

La primera impresión producida por Patio de la Casa Sorolla es su colorido. El artista ejercita su habilidad para captar el juego de la luz, con anchas pinceladas. Los colores seleccionados para esta pintura son los mismos que utiliza en sus paisajes y marinas: amarillos, rojos y violetas. Las pinceladas son desiguales, pero nunca vacilantes. Sorolla explicaría su peculiar técnica a un periodista francés unos meses después de terminar este cuadro: «Yo no tengo una receta, porque creo que la pintura es un estado mental. Mis pinceladas son cortas o largas dependiendo del tema y del momento».

La composición se centra en la fuente poligonal, embaldosada con cerámica azul y cubierta de flores. Está rodeada por abundante vegetación, y parte de la casa puede verse al fondo. Pero el juego de colores domina de tal manera el cuadro que el espectador presta poca atención a los objetos representados. Sorolla no utiliza un mensaje iconográfico para cuyo lenguaje utilice la fuente, los jarrones, las flores o la arquitectura; únicamente le interesan las superficies de todos ellos y cómo reflejan la luz ambiental. De esta manera la pintura mantiene un equilibrio entre la solidez de los objetos, el brillo de la luz y el coloreado ambiente en el que se sumergen. La vibrante imagen da tal sensación de movimiento dentro de la composición que el espectador registra mejor el efecto de la luz sobre los objetos que su propia solidez física.

En aquel mismo año de 1917 algunos críticos catalanes apreciaron la conexión entre los estudios de Sorolla y la investigación de artistas catalanes como Anglada-Camarasa, Santiago Rusiñol y Eliseu Meifrèn. Pero el estudio completo de aproximación a la naturaleza que Sorolla emprendió en esos años no era para él un simple ejercicio visual. Por el contrario, frecuentemente estaba acompañado por fuertes, a veces agotadoras, emociones. En 1916 escribe a su mujer: «Ignoro si es por debilidad o exceso de sensibilidad, pero hoy me ha emocionado más que ningún día la contemplación del natural»6. Nuevamente en 1918, en otra carta a su mujer agrega: «Yo lo que quisiera es no emocionarme tanto, porque, después de unas horas como hoy, me siento deshecho, agotado; no puedo con tanto placer, no lo resisto como antes [...]. Es que la pintura, cuando se siente, es superior a todo; he dicho mal: es el natural el que es hermoso». Al observar esta pintura, el espectador queda seducido por la respuesta emocional del pintor ante la naturaleza, y cautivado por su habilidad para transmitir esta emoción a través de la luz y el color.




Mercedes Tamara
19-09-2014

   Bibliografía : Carmen Gracia, Museo Carmen Thyssen , Málaga

domingo, 14 de septiembre de 2014

ÁLAMOS , TRES ÁRBOLES ROSAEN OTOÑO CLAUDE MONET

ÁLAMOS , TRES ÁRBOLES ROSA EN OTOÑO 1891
Álamos, tres árboles rosa en otoño
óleo sobre lienzo 92 x 73 cm
The Philadelphia Museum of Art, Filadelfia



Después que Claude Monet , el probablemente más importante pintor impresionista , hubiera concluido su serie de Almiares , le tocó el tuno a un nuevo motivo paisajístico que el artista llevó a cabo de modo serial y basándose en sus estudios al aire libre: los Álamos . La historia de estos árboles de Limetz es conocida: se había previsto talarlos y sacarlos a subasta . Monet se comprometió a pagar cierta cantidad , con la condición de que los árboles permanecieran en pie el tiempo necesario para acabar de pintarlos. 

La tela Álamos, tres árboles rosa en otoño muestran claramente las consecuencias que el tema trajo consigo para la obra de Monet: por un lado, confirmó nuevamente que para este pintor la naturaleza se convierte en un acontecimiento de la vista ; esto es la composición típicamente impresionista del cuadro. Sin embargo, las lineas verticales de los troncos proporcionan a la composición , por otro lado, una solidez rítmicamente estructurada que pone un contrapunto a la piel centelleante de la superficie típica del impresionismo y que crea una geometría oculta , a la que podrá referirse más tarde uno de los protagonistas de la abstracción geométrica , Piet Mondrian. En Mondrian, dicha solidez parece irradiar también a las diferentes manchas de color, que en general recuerdan un poco la regularidad del puntillismo , ahora bien sin querer practicarla consecuentemente.


Como es sabido , los neoimpresionistas o puntillistas sistematizaron la descomposición impresionista del color hasta conseguir un modelo de manchas consecutivas del cuadro y formado por manchas de color cuya regularidad cada vez más abstracta, una especie de retículo, en el que quedan abolidos todos los fenómenos figurativos. Este principìo lo ilustra por ejemplos algunas pinturas de Seurat . En sus marinas de 
Grandcamp el maestro del puntillismo había llevado al extremo el refinamiento de la pincelada : el resultado fue una superficie de color reticulada , de la mayor homogeneidad. . No fue seguramente ,ninguna casualidad que las tendencias a la abstracción del puntillismo se desarrollaran preferentemente en el género del paisaje , pero en el siglo XIX estaba iconográficamente menos " cargado de significado " que otros géneros, y por tanto estaba predestinado para experimentos formales "



Mercedes Tamara
14-09-2014


Bibliografía : Monet , Edic : " Biblioteca el Mundo "

jueves, 4 de septiembre de 2014

AUTORRETRATO CON PALETA PAUL GAUGUIN

AUTORRETRATO CON PALETA 1891
Autorretrato con paleta
óleo sobre lienzo 55 x 46 cm
Nueva York, Colección particular




Una cierta búsqueda del efecto parece haber dictado este autorretrato , imagen en su conjunto tradicional del pintor con sus clásicos atributos , pincel y paleta , y en la cual destacan los colores de los lienzos tahitianos , el rosa y el amarillo. La vestimenta hay que decir que resulta bastante curiosa , casi como si el artista se hubiese puesto al trabajo nada más volver a casa, sin quitarse siquiera el abrigo y el gorro.

Algunos testimonios presentan al artista con su " cubrecabezas de astracán , el inmenso balandrán azul oscuro (...) figura a los ojos de los parisienses , suntuosa y gigantesca de magiar, un Rembrandt de 1615"

Pero al margen de que en el taller , con sus grandes vidrieras , en invierno hace a menudo un frío glaciar , el autorretrato está hecho muy probablemente a partir de una fotografía que en realidad ofrece una imagen del sujeto menos halagadora. En cuanto al fondo uniformemente rojo, es una evidente referencia a la atrevida fórmula de la Visión después del sermón , obra en la cual el critico Albert Aurier ha señalado el cuadro-manifiesto del simbolismo en pintura y pr tanto, el estilo sintético cuya paternidad reivindica aquí Gauguín.

El cuadro está dedicado a Charles Maurice , el joven poeta simbolista en los años noventa es uno de los más activos y ardientes paladines del pintor : no sólo ha redactado el prefacio del catálogo de la exposición de lienzos tahitianos de la galería Duran-Ruell en 1893, sino que le ha presentado a dos apreciadores como Mirbeau y Mallarmé , y en la época en que se ejecuta el retrato elabora con él la redacción de Noa Noa

Bibliografía : Gauguin " Edic Biblioteca El Mundo "

Mercedes Tamara
4-09.2014


lunes, 1 de septiembre de 2014

BODEGÓN ESPAÑOL HENRI MATISSE

BODEGÓN ESPAÑOL ( 1911 )



BODEGÓN ESPAÑOL DE HENRI MATISSE
óleo sobre tela 85 x 116 cm
Museo del Hermitage San Petesburgo

El artista pasó los meses de invierno y el cambio de año 1910.11 en España,la mayor parte del tiempo en Sevilla , donde pintó su " Bodegón español "en la habitación del donde se hospedaba .. La vista de la habitación con el sofá arqueadoy la mesa circular se convierte en un bodegón por lo fragmentario y próximodel encuadre .


Apenas se vislumbra el rojo púrpura del papel pintado en la pared que se repite con el mismo color en el suelo . Tapices cubren la mesa y el sofá. El cuadro está regido por su considerable ornamentación cuyo efecto no se ve mermado por la discreta disposición de granas y pimientos .A lo sumo destaca por el tamaño , la maceta blanca y las flores cumplencasi únicamente una función ornamental . Figura y fondo se equiparan.


 En lo referente al bodegón , la función del pintor es es reproducir a colores los objetos que ha escogido para su composición de modo que respete la singularidad cambiante de los tonos y su interrelación ,


"Copiar únicamente los objetos que constituyen un bodegón no es arte . Lo único importante es traducir el sentimiento que despiertan en uno mismo , la sensación que causa el conjunto y las relaciones que existen en los objetos"

Henri Matisse


Mercedes Tamara
1-09-2014


Bibliografía : Matisse, Edic Taschen