Joaquín Sorrolla conoce San Sebastián en fechas tempranas. Las estancias hasta el año 1910, cortas, en muchos casos son un alto en su camino a París. En estos breves desplazamientos la obra que pinta es fundamentalmente de pequeño formato.
El verano de 1910 lo pasa con su familia en Zarauz pintando bellísimas escenas de playa e interesantes obras en interiores de tabernas con pescadores bebiendo. Destacan entre otras: Bajo el toldo, Zarauz (Missouri, Saint Louis Art Museum), Bajo el toldo, playa de Zarauz (Madrid, Museo Sorolla, inv. 887), En la arena, playa de Zarauz (Madrid, Museo Sorolla, inv. 888), María en Zarauz (Madrid, colección particular), El borracho, Zarauz (Madrid, colección particular), Asando sardinas, Zarauz (Madrid, colección particular) y Bebedor de sidra (Madrid, colección particular).
Al año siguiente, tras regresar de los Estados Unidos, donde con gran éxito ha tenido lugar su segunda exposición itinerante patrocinada por la Hispanic Society of America y presentada en las ciudades de San Luis y Chicago, pasa su primer verano en San Sebastián. En esta primera temporada prácticamente no pinta, pues se toma un descanso. Sin embargo, ocupa su tiempo esbozando ligeros apuntes sobre el encargo recibido: la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America.
Atribuible a este verano podría ser el cuadro de medio formato Maizales en Ayete y al fondo San Sebastián (colección particular), pintado probablemente desde la villa María Cristina, en la carretera de Ayete, donde reside con su familia. Además de esta obra, realiza pequeños apuntes o notas de color.
El verano de 1912 vuelve a San Sebastián con su familia, dedicando su tiempo a pintar grandes estudios de tipos populares guipuzcoanos y en cortos y muy productivos viajes pinta los de Ansó, El Roncal y Lequeitio. De este verano es también el magnífico cuadro La siesta (Madrid, Museo Sorolla, inv. 985) y unos estudios de paisajes, pintados todos ellos en la finca Aizetsua de su amigo el doctor Juan Madinaveitia.
En 1914, durante el verano trabaja de nuevo en San Sebastián acompañado por su familia y realiza el panel dedicado a Guipúzcoa, Los bolos (Nueva York, Hispanic Society of America). También trabajará de nuevo en el valle de Ansó donde pinta los paneles de La jota (Nueva York, Hispanic Society of America), dedicado a Aragón, y El Concejo del Roncal (Nueva York, Hispanic Society of America), dedicado a Navarra. Y allí, en Jaca, en septiembre se casa su hija María.
Ocupado con los trabajos de «decoración», Sorolla no regresa a San Sebastián hasta el verano de 1917. Ese verano y el siguiente dedica sus estancias en la ciudad a pintar multitud de maravillosos apuntes, así como cuadros de medio formato con paisajes de los alrededores de San Sebastián y de su rompeolas. Su residencia estos dos años será Villa Sorolla, en la carretera del faro, en la fachada del monte Igueldo.
El verano de 1910 lo pasa con su familia en Zarauz pintando bellísimas escenas de playa e interesantes obras en interiores de tabernas con pescadores bebiendo. Destacan entre otras: Bajo el toldo, Zarauz (Missouri, Saint Louis Art Museum), Bajo el toldo, playa de Zarauz (Madrid, Museo Sorolla, inv. 887), En la arena, playa de Zarauz (Madrid, Museo Sorolla, inv. 888), María en Zarauz (Madrid, colección particular), El borracho, Zarauz (Madrid, colección particular), Asando sardinas, Zarauz (Madrid, colección particular) y Bebedor de sidra (Madrid, colección particular).
Al año siguiente, tras regresar de los Estados Unidos, donde con gran éxito ha tenido lugar su segunda exposición itinerante patrocinada por la Hispanic Society of America y presentada en las ciudades de San Luis y Chicago, pasa su primer verano en San Sebastián. En esta primera temporada prácticamente no pinta, pues se toma un descanso. Sin embargo, ocupa su tiempo esbozando ligeros apuntes sobre el encargo recibido: la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America.
Atribuible a este verano podría ser el cuadro de medio formato Maizales en Ayete y al fondo San Sebastián (colección particular), pintado probablemente desde la villa María Cristina, en la carretera de Ayete, donde reside con su familia. Además de esta obra, realiza pequeños apuntes o notas de color.
El verano de 1912 vuelve a San Sebastián con su familia, dedicando su tiempo a pintar grandes estudios de tipos populares guipuzcoanos y en cortos y muy productivos viajes pinta los de Ansó, El Roncal y Lequeitio. De este verano es también el magnífico cuadro La siesta (Madrid, Museo Sorolla, inv. 985) y unos estudios de paisajes, pintados todos ellos en la finca Aizetsua de su amigo el doctor Juan Madinaveitia.
En 1914, durante el verano trabaja de nuevo en San Sebastián acompañado por su familia y realiza el panel dedicado a Guipúzcoa, Los bolos (Nueva York, Hispanic Society of America). También trabajará de nuevo en el valle de Ansó donde pinta los paneles de La jota (Nueva York, Hispanic Society of America), dedicado a Aragón, y El Concejo del Roncal (Nueva York, Hispanic Society of America), dedicado a Navarra. Y allí, en Jaca, en septiembre se casa su hija María.
Ocupado con los trabajos de «decoración», Sorolla no regresa a San Sebastián hasta el verano de 1917. Ese verano y el siguiente dedica sus estancias en la ciudad a pintar multitud de maravillosos apuntes, así como cuadros de medio formato con paisajes de los alrededores de San Sebastián y de su rompeolas. Su residencia estos dos años será Villa Sorolla, en la carretera del faro, en la fachada del monte Igueldo.
Al contrario de lo que ocurre en Zarauz, en San Sebastián no pinta grandes cuadros de playa. Quizás, como apunta Edmund Peel, se debiera a que a Sorolla le intimidaba hacer los montajes que exigían las grandes obras en una playa tan de moda y concurrida por gente elegante.
Son diecisiete los cuadros del rompeolas de San Sebastián y de vistas desde el rompeolas con el monte Ulía al fondo. Es una serie de obras de gran soltura, pintadas con prontitud, y en las que plasma con prodigiosa veracidad las diferentes luces, tan distintas a las de su Mediterráneo, pero que le permiten reflejar los colores con una serie de matices que difícilmente los encuentra en el levante español. También captan los distintos estados del mar.
Los formatos utilizados en esta serie son 52 x 72 cm, salvo una obra de 63 x 92 cm, dos de 81 x 105 cm, y una más de 93 x 106 cm. Todos los cuadros, salvo uno, proceden de la testamentaría de Sorolla, y de ellos siete se encuentran en el Museo Sorolla. Solamente están firmados seis. Este cuadro, Rompeolas de San Sebastián, es del formato más habitual, 52 x 72 cm, procede de la testamentaría de Sorolla y está firmado.
El día que capta esta obra es el típico San Sebastián nublado, húmedo, con el mar intranquilo, sin llegar a estar embravecido. En el rompeolas, apenas esbozadas unas figuras, pequeñas, apoyadas en la barandilla que se adivina. Lo importante no son las figuras, es el mar y el monte Ulía al fondo, cobrando ambos grandiosidad, precisamente por la insignificancia de las figuras. A éstas, al estudiarlas detenidamente, las adivinamos elegantes de porte y muy naturalmente ensimismadas en la contemplación del espectáculo que supone el movimiento de las olas y los reflejos que en las aguas produce la ladera del monte Ulía.
El cuadro, de gran belleza y magníficamente resuelto, dentro de su sencillez, está apenas pintado.
Bibliografía :Blanca Pons-Sorolla Museo Carmen Thyssen, Málaga
Son diecisiete los cuadros del rompeolas de San Sebastián y de vistas desde el rompeolas con el monte Ulía al fondo. Es una serie de obras de gran soltura, pintadas con prontitud, y en las que plasma con prodigiosa veracidad las diferentes luces, tan distintas a las de su Mediterráneo, pero que le permiten reflejar los colores con una serie de matices que difícilmente los encuentra en el levante español. También captan los distintos estados del mar.
Los formatos utilizados en esta serie son 52 x 72 cm, salvo una obra de 63 x 92 cm, dos de 81 x 105 cm, y una más de 93 x 106 cm. Todos los cuadros, salvo uno, proceden de la testamentaría de Sorolla, y de ellos siete se encuentran en el Museo Sorolla. Solamente están firmados seis. Este cuadro, Rompeolas de San Sebastián, es del formato más habitual, 52 x 72 cm, procede de la testamentaría de Sorolla y está firmado.
El día que capta esta obra es el típico San Sebastián nublado, húmedo, con el mar intranquilo, sin llegar a estar embravecido. En el rompeolas, apenas esbozadas unas figuras, pequeñas, apoyadas en la barandilla que se adivina. Lo importante no son las figuras, es el mar y el monte Ulía al fondo, cobrando ambos grandiosidad, precisamente por la insignificancia de las figuras. A éstas, al estudiarlas detenidamente, las adivinamos elegantes de porte y muy naturalmente ensimismadas en la contemplación del espectáculo que supone el movimiento de las olas y los reflejos que en las aguas produce la ladera del monte Ulía.
El cuadro, de gran belleza y magníficamente resuelto, dentro de su sencillez, está apenas pintado.
Mercedes Tamara
6-10-.2014
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