domingo, 5 de agosto de 2018

AMAZONA DE FRENTE EDUARD MANET


AMAZONA DE FRENTE 1862


Amazona de frente Óleo sobre lienzo, 73 x 52 cm. Museo Thyssen Bornemisza, Madrid.


Édouard Manet (París, 1832-1883) Enmarcado dentro de la corriente realista, Édouard Manet fue una figura central dentro de la renovación de la pintura francesa y occidental de finales del siglo XIX. A pesar de no haber pertenecido al movimiento impresionista, la técnica y la temática de sus obras se convirtieron en referentes imprescindibles para la generación de pintores jóvenes que se decantaron por esta corriente, entre los que se encontraron Claude Monet, Paul Cézanne y Camille Pissarro. Hijo de un alto funcionario del Ministerio de Justicia, decidió hacerse pintor tras dos intentos fallidos de entrar en la Escuela Naval. De 1850 a 1856 asistió al taller de Thomas Couture, donde coincidió con su amigo de la infancia Antonin Proust, que más tarde sería ministro de Cultura. Guiado por su admiración por los grandes maestros de la pintura, copió en el Musée du Louvre las obras de los pintores renacentistas italianos y viajó por Bélgica, Holanda y Alemania. Más tarde, su veneración por la obra de Diego Velázquez, Bartolomé Esteban Murillo y Francisco de Zurbarán le llevó a pintar temas inspirados en España, a donde viajó en 1865.

La pintura de Manet evolucionó desde su inicial estilo tenebrista, de inspiración española, a una más luminosa, centrada por primera vez en la vida urbana moderna. Esta temática, desarrollada sin duda bajo la influencia de su amigo Charles Baudelaire, y su atrevida técnica ligera y brillante, provocaron su rechazo sistemático de los Salones oficiales, al tiempo que se acrecentó su fama entre los jóvenes pintores impresionistas, quienes intentaron sin éxito que se les unieraen sus exposiciones

Su. Almuerzo en la hierba (ParísMusée, d’Orsay), incluido en el primer Salon des Refusés de 1863, causó un importante revuelo, tanto por el tema como por la técnica empleada, sólo comparable al escándalo provocado poco después por su Olympia (París, Musée d’Orsay), en el Salon de 1865. El mayor éxito de su carrera lo alcanzó con Un bar en el Folies-Bergère (Londres, Courtauld Institute), expuesto en el Salon de 1882

Hacia. el final de su vida pintó numerosos retratos de mujeres, tanto al óleo como en pastel, así como un gran número de bodegones y jardines. Su técnica, que se volvió todavía más suelta y espontánea, abrió un nuevo camino a la pintura moderna. Como escribió Henri Matisse varios años después de su muerte, Manet, al ser «el primer pintor en lograr la traducción inmediata de las sensaciones, liberó el instinto del pintor».

Manet, primero, y los impresionistas, después, continuaron el camino abierto por Courbet en la representación pictórica de lo real y llegaron incluso más allá al iniciar una nueva investigación basada en la percepción de lo instantáneo. Manet, por otra parte, fue el primero en plasmar en sus cuadros las experiencias cotidianas de la gran ciudad, convencido, como Baudelaire, de que «el verdadero pintor, será aquel que sepa arrancar a la vida moderna su lado épico».

La Amazona de frente pertenece a una serie inacabada sobre las cuatro estaciones que Édouard Manet pintó en los dos últimos años de su vida, por encargo de su amigo Antonin Proust, entonces ministro de Bellas Artes. El tema de las cuatro estaciones representadas por figuras de mujeres era relativamente frecuente en la historia de la pintura occidental. La propia cuñada de Manet, la pintora Berthe Morisot, había realizado uno de estos ciclos con jóvenes vestidas con ropas a la moda. Por otra parte, en las estampas japonesas —tan difundidas entonces— también era habitual simbolizar las estaciones con rasgos de cortesanas.

El artista emprendió este ciclo cuando estaba ya muy enfermo y sólo consiguió terminar totalmente el primero de los cuadros, La Primavera, para el que posó la célebre actriz de la Comédie Française Jeanne Demarsy. Manet presentó este cuadro con gran éxito en el Salon de 1882 junto a la obra maestra del final de su carrera, Un bar del Folies-Bergère. Para El Otoño, que no llegó a terminar, fue Méry Laurent quien le sirvió de modelo. Esta gran amiga de Manet al final de su vida había llegado a París con diecisiete años para debutar como actriz y pronto se había hecho famosa y había logrado introducirse en los círculos artísticos y literarios de la capital. El mismo Marcel Proust se inspiró en ella para el personaje de Odette Swann de En busca del tiempo perdido.

Para la Amazona del Museo Thyssen-Bornemisza, que quizá estaba pensada para representar el verano, posó Henriette Chabot, una joven menos conocida que las anteriores, hija de un librero de la rue de Moscou. Animado por el éxito de La Primavera en el anterior Salon, Manet se afanó especialmente en esta obra con la intención de presentarla en el Salon de 1883. Realizó tres versiones: una Amazona de perfil, del mismo formato y muy inacabada; otra Amazona de frente, de mayor tamaño; y la presente pintura. De las tres, sólo esta última fue escogida para la exposición póstuma del artista organizada en enero de 1884 en la École des Beaux-Arts, donde se expuso colgada por primera vez junto a La Primavera y El Otoño.

En toda esta serie, Manet presta gran atención al vestuario de las retratadas siguiendo el credo de Baudelaire de que la moda era un rasgo clave de la modernidad: si Jeanne Demarsy iba ataviada con un traje de flores de última moda, y su belleza de nariz respingona destacaba sobre un fondo florido, Méry Laurent llevaba una moderna pelliza de color marrón, encargada por el propio Manet al famoso modisto Worth. En el cuadro del Museo Thyssen-Bornemisza, la joven Chabot, de aspecto andrógino, viste un traje de amazona que, según testimonio de Antonin Proust, le había prestado a Manet su amigo el pintor Gallard d’Épinay.

El color oscuro del traje le permite al pintor dar muestra de su mágico dominio de los negros, que, en contraste con la claridad del fondo, nos remiten a modelos de Frans Hals. El tratamiento de la luz puede considerarse impresionista, pero en Manet la búsqueda de la luminosidad se yuxtapone al estudio de las superficies de color, de los contornos y de las texturas. El hecho de que sea una obra inacabada permite percibir claramente la soltura de su ejecución, sin ningún titubeo, y esa maestría con la que Manet lograba captar y transmitir lo esencial.



Mercedes Tamara
5-08-2018

Bibliografia : ForoXerbar  

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